domingo, 15 de julio de 2012

LAS PROFECÍAS DE RICARDO SOULÉ: DE ARQUERO DE QUILMES A CREADOR DE VOX DEI

“Amo el fútbol, pero el de antes. El de hoy con gente que se mata en las canchas no es creíble. Se mezcló todo en un mismo lodo, y lo mismo pasa en el rock. Antes el deporte y el arte eran hechos culturales nobles, hoy no”.
Quien habla es Ricardo Soulé, uno de los próceres del rock nacional, voz líder y guitarrista del legendario grupo Vox Dei.
Desde su Quilmes natal, Ricardo habló con El Tapón para recordar su etapa menos famosa. Es que el creador de la canción El momento en que estás presente (“todo concluye al fin, nada puede esperar, todo tiene un final, todo termina”), que acompañó a varias generaciones, también fue futbolista. Arquero en las inferiores de Quilmes en su etapa de niñez y adolescencia para más datos.
“Empecé a ir a la cancha junto a mi viejo. Cómo será que estaba tan compenetrado con Quilmes, que mi papá me contaba que lo primero que aprendí a decir fue PILMES.
-¿Cómo fue que te decidiste a probaste en tu club?
-Yo jugaba en los potreros y en la escuela y un día con mis compañeros fuimos a probarnos a Quilmes porque escuchamos que probaban chicos. Yo quería jugar de nueve pero como no pude, entonces me probé de arquero. Sino quedaba en ese puesto ya estaba decidido a no seguir. Pero la verdad es que no me hicieron goles y me ficharon. Jugué desde la novena hasta la reserva y entrenaba con la primera.
-¿Tuviste compañeros que después se hicieron famosos?
-Sí, el Pato Fillol y el fantasma Benito (NdR: Ángel, ex Velez y Central). Yo paralelamente ya estaba con la música y también había empezado a estudiar ingenieria en La Plata. Al final dejé de ir a jugar y de estudiar, para seguir de lleno con la música. Y no me arrepiento.
-¿Y el Pato ya se veía fenómeno en esos tiempos?
-Y sí, imaginate. Como te digo, yo no desentonaba, pero a él ya se le veían las condiciones que lo llevaron a ser lo que fue.
-¿Y después de esa etapa de jugador, seguiste yendo a la cancha?
-No, la verdad que no. Ya se empezaban a ver esas cosas que no me gustan del fútbol y que no tienen nada que ver con el divertimento que supone este deporte. La pasión del hincha está desvirtuada hoy,  todo va por lado de la plata. Hoy hacen un gol con el culo y lo festejan; están locos y muy desenfocados. Una vez yo estaba en la cancha en un partido de Quilmes en la Primera B, y un jugador rival se mandó una jugada extraordinaria. Lo aplaudieron desde los cuatro costados, hoy ese romanticismo del amor por el fútbol, más allá del color de tu camiseta se perdió. Y yo soy un romántico, disfruté del fútbol como hecho estético, la flor y la nata, como le dicen en España. No me volvía loco si el rival era superior. Hoy no es así.
-¿Y en el rock pasa lo mismo?
-También es igual. Es un elemento de consumo masivo, domesticado, envasado al vacío. El rock fue una contracultura, una respuesta a la chabacanería y hoy es cualquier cosa, menos eso.
-¿Disfrutaste el último ascenso de Quilmes?
-No, tanto. Como te decía, yo dejé de seguir a Quilmes, porque mucho de lo que te decía lo comenzaba a palpitar desde aquellos tiempos. Sí disfruté un poco más el título del 78 (el único título de Primera en la historia de Quilmes). Pese a que estábamos de gira, nos quedamos con ganas de ir a Rosario porque fue un acontecimiento para todos los quilmeños. Este último ascenso no lo viví tan de cerca, no juega tan bien, en los niveles históricos de lo que es este club. Se ha perdido el concepto; eso de traer jugadores de tantos lados como en feria, de ligas desconocidas solo por traer, y armar y desarmar grupos con tanta facilidad no es el concepto de lo colectivo que se supone que es el fútbol. Por eso en un tiempo me refugié en el rugby que mantenía esos preceptos, más allá de que es un deporte de tanto roce.
-¿Qué sentiste al saber que hinchadas como la de San Lorenzo cantan Presente?
-Y es la libertad del pueblo para cantarlas. Se los agradezco, es muy lindo realmente. Pienso que ya no le pertenecen a uno, sino al pueblo.

LA BIBLIA:
Ricardo Soulé junto a Willy Quiroga, Rubén Basoalto (fallecido hace pocos meses) y Yody Godoy pergeñaron a comienzos de los años 70 una obra que quedaría en el pináculo del rock nacional: La Biblia. Soulé reconoce que nunca se imaginó que ese disco iba a tomar la trascendencia que tomó. Editada, reeditada en varias versiones, la originalidad de la obra trascendió límites geográficos y marcó a fuego la carrera de Vox Dei.
“Tenía 20 años cuando la hicimos. Y realmente no imaginábamos que iba a tener tanta vigencia y que iba a ser considerada como una de las obras más importantes de la música popular”, dice Soulé.

martes, 23 de agosto de 2011

¿MOU TE PINCHA?


Sin entrar en nacionalismos boludos me parece que estigmatizar a Estudiantes como el sinónimo del anti fútbol es una mirada simplista, parcialmente europeizante. Creo que hay muchos más casos de antifútbol (recordar el Inter de Milán con la mandanga que se pegaban también en los años 60), los espantosos equipos italianos serruchadores de tobillos de Maradonas y etcéteras o los elencos españoles que le llamaban "Furia" a cagar a patadas a lo más habilidosos. O los holandeses, alemanes o galeses que se volvían locos cuando perdían la pelota y otorgaban como respuesta querer destruir al rival.

A mí no me gusta el Mourinho persona, aunque lo reconozco un buen estratega no necesariamente defensivo, con vicios públicos y sin muchas virtudes como aquella patada criminal que le dieron a Messi, cuando dirigía al Chelsea.

Creo que en el caso de aquel Estudiantes de La Plata de los 60, que no lo vi, pero del cual leí mucho, no los demonizo ni los sobreestimo. Tenían algunos buenos jugadores como Madero o Juan Ramón Verón (el padre de la Brujita) que le pegaban de maravillas a la pelota y que estaban reodeados de entusiastas en óptimo nivel anímico. No me creo que hayan revolucionado el fútbol ni mucho menos. Pachamé y Aguirre Suárez eran jugadores lamentables que encima jugaron en la selección.

Los Matadores de San Lorenzo le pegaron un baile terrible en la final de 1968, que el propio Bilardo reconoce.

Lo que sería bueno de dilucidar es si los méritos futbolísticos de aquel Pincharrata de Osvaldo Zubeldía fueron mayores que sus vicios, que cabe consignar fueron muchos y de los que el célebre narigón no se hace cargo ni como futbolista o ya después como entrenador (¿se acuerdan del vomitivo a Branco?). Pero es claro que sería bueno de estudiar cuánto de porcentaje de lícito y no, hubo en aquel histórico Pincharrata...

miércoles, 27 de julio de 2011

Un chiste de Padrinos


No me lo imagino a Grondona en las oficinas de la Anses tramitando su jubilación. Y eso que podría arrogarse el derecho de haber sido el amo de casa desde hace treinta y pico años. No lo veo yendo a hacer cola al banco soportando frío o calor en busca de sus haberes tras una vida de aportes.

Vasco cabeza dura, el viejo no está gagá ni mucho menos y sigue ostentando orgulloso su cinturón de Padrino y su anillo de “todo pasa”.

Irónico, cínico, manipulador o como se lo vea. A meses de la elección para renovar un cargo que ostenta sin mucha oposición sobreviviendo a gobiernos de facto y democráticos y en la que por primera vez estaba en riesgo su continuidad, Don Julio, político de raza al fin, se mandó un chiste digno de Cantinflas, Sandrini o Miguel Del Sel, el mediocre humorista devenido en Pro-político.

Temeroso de que la Asamblea se convirtiera en un mitin de demandas del interior contra el unitarismo de la AFA, el tal Grondona se convirtió de golpe y porrazo en el más Federal de los dirigentes.

Hábil y camaleónico le agrego a tanto adjetivo. Si en la práctica durante tantos años ninguneó al interior, ¿cómo se explica esta sensibilidad repentina por equiparar los derechos de los directamente afiliados con los no afiliados?

¿Cómo se explica viniendo del hombre que mandó al interior al descenso en 1985 con la supresión de los torneos nacionales y la invención del Nacional B?

“No fui yo, fueron los dirigentes”, suele escudarse el hombres en cuestión ante las preguntas incómodas, como bien podría ser alguna de estas.

¿Cómo puede creerse semejante acto de contrición viniendo del pontífice de una estructura vertical como la AFA, con escasa presencia de los dirigentes del interior en las decisiones fundamentales del fútbol argentino? Todo se decide a través del famoso comité conformado por un pensamiento unitario (el síjulismo) por más que se suponga que clubes del interior como Godoy Cruz, Colón u Olimpo entiendan mejor que nadie las necesidades del fútbol del interior, cuestión con la que tengo mis reservas.

El nuevo ardid del zorro Grondona es la metáfora de los chistes de un viejo humorista. Contar una broma a un auditorio complaciente. Los que no conocen el remate se ríen de buena gana. Los que no lo entendieron se ríen a regañadientes y los que conocen el fin del chiste se quedan callados, pero todos sonríen por igual. En definitiva aprobación unánime como desde 1979.

De eso se trata el anteproyecto de la fusión de las categorías. De una idea que le contaron a Grondona, pero que al estilo Landriscina, el Padrino transformó en una historia con tintes risueños donde todos sonríen complacidos, salvo cuatro que se abstuvieron de votar positivamente. ¿Y qué importa? Es cierto que el remate recién se conocerá en octubre, pero ¿alguien duda del resultado?

Y es que además de lanzar el “Mapa del interior” como bandera de plataforma para la reelección hay un detalle no menor: un nuevo y suculento contrato de televisación. La flamante declaración de amor por el interior, alguna empatía por el River y el Huracán descendidos, o la barrera sanitaria ante los eventuales descensos de Boca, San Lorenzo y Racing son meras añadiduras.

El producto fútbol debe seguir dar dividendos para salvar las arcas de clubes bien nacidos, pero mal administrados, con dirigentes golondrinas que se llevaron todo sin rendir cuentas. Y qué mejor que el amo tienda la mano al estilo Marlon Brando o Al Pacino en aquella célebre trilogía de Francis Ford Cóppola.

El viejito que hace rato cuenta con la edad para jubilarse (de privilegio, con total seguridad) se ríe de todos. Su personaje de influyente Padrino XXXII sigue más activo que nunca y ejerciendo su influencia.

Solo el “chiste” de Grondona fue capaz de hacer pasar a un segundo plano el de José Luis Meiszner, mano derecha del mandamás de la calle Viamonte: “Esta nueva estructura de torneo podría bajar el dramatismo”.

Interpretado, suena como que si el resultadismo en el fútbol ya no tiene retorno y por ende se intenta ponerle algo de freno. El despido de Batista da por tierra ese “sólido” argumento. ¿Coherencia? Andá a contársela a Capusotto…

domingo, 17 de abril de 2011

Gringo memorable, Gringo Mémoli

Se entregó al reposo como rara vez lo había hecho en la cancha y en la vida. Ese fatigado corazón que tantas veces latió con la de piqué azul encima, esta vez se tomó un descanso. Fue el domingo 16 de abril de 2006.
Dicen que era un gringo en el sentido más cabal. Visceral y testarudo hasta las últimas consecuencias, capaz de trabar pelotas de las llamadas imposibles.Que se agrandaba con el aliento de sus pares de tribunas y con las puteadas ajenas para llegar hasta el área rival y castigar con centros destinados a delanteros llamados Palavecino, Secundino Benítez o Eusebio Ibáñez.
Quien escribe esto, tiene imágenes difusas de aquellos ricos tiempos futbolísticos que fueron los setenta. Pero tiene grabada a fuego aquellas apiladas de ese diabólico ensortijado, que parecía tener tres pulmones.Hugo Cirilo Mémoli fue azul desde pendejito. Quedó prendado por ser de un barrio leproso y al calor de su barra de amigos que también se haría azul.
"Nosotros jugábamos a la pelota en la Arístides Villanueva y el Gringo, que era el más chiquito nos iba a buscar la pelota cuando se nos iba lejos”, contó alguna vez el Pocho Sosa, uno de sus amigos de siempre.
El tiempo de jugador arrancó en las inferiores de Independiente, claro que su debut en Primera División fue en Deportivo Guaymallén. “Lo mandaron a préstamo allá para que se fogueara. Volvió hecho al club y desde allí jugó hasta el 82”, cuenta Antonio Segundo Vergara, su amigo desde siempre.
“Una vez jugábamos contra Gimnasia. Él tenía muy en claro que lo iban a insultar y preparó una trampita para que dejaran de hostigarlo. Apenas entramos a la cancha empezaron a gritarle: “Burro, burro”. Entonces se levantó la camiseta azul y mostró que debajo tenía la de Gimnasia. Ahí empezaron a cantarle : “Mé-mo-li”. Era fanático de Independiente, pero ese día él les jugó una bromita.
El Gringo vivió sus años más felices como futbolista junto a la Lepra. Se bancaba a gusto que lo tomaran como referencia por aquellos que lo amaban y los que lo odiaban. Sin embargo, esa fama de villano dentro de la cancha no condescendía con su forma de ser fuera de ella.
Pero en el campo de juego hacía de las suyas. Como una vez contra Talleres que a la Lepra le echaron a su arquero y sin cambios posibles Mémoli se puso la número 1. Como en los cuentos de hadas ese "Había una vez", no podía terminar mejor. El Gringo le puso el pecho y las manos a la situación y se atajó el penal.

ESTUDIANTES: DE PICARDÍAS, FÚTBOL Y ACEQUIAS

Ya sea en el contexto de los viejos torneos Nacionales de AFA, en el Nacional B o en los últimos años de Primera División, Estudiantes de La Plata tiene historias curiosas en Mendoza. Desde aquellos recordados partidos ante el Gimnasia y Esgrima del Víctor Legrotaglie hasta los últimos enfrentamientos contra Godoy Cruz, el Pincharrata ha generado anécdotas sabrosas en este lado del mundo que merecen ser repasadas.
De Mendoza hablamos. Tierra de vides y acequias, que Tejada Gómez y Tito Francia supieron retratar en verso y música. Algo en lo que no debe haber reparado uno de aquellos muchachos del plantel de comienzos de los setenta que vino a jugar ante Gimnasia y se cayó a una acequia. Para quienes no lo sepan, se trata de una especie de canal cuya profudidad puede ser hasta de un metro y habitualmente puede arrastrar agua. La acequia suele ser el disparador de cierto mito de que los huarpes (habitantes originarios del lugar) las hicieron para evitar el riego todos los días, aunque más allá del chiste se trata de una original idea para trasformar
a un territorio seco un habitat fértil para el cultivo.
“La verdad es que ninguno de nosotros sabía que era una acequia”, contó alguna vez Carlos Bilardo, referente pincharrata. Uno de los esos jugadores se bautizó en terreno mendocino al caer en una de esas acequias.
de Otra de ese viaje de 1971. En el choque entre Gimnasia y Estudiantes que terminó 2 a 1 para el Lobo (jugado en el estadio Feliciano Gambarte de Godoy Cruz), hubo un duelo especial entre Legrotaglie y Pachamé, símbolo de aquel duro equipo. El Pacha, furioso ante el toque gimnasista, quiso prepotear al Víctor que no contestó con violencia sino con fútbol: esperó que Pachame viniera en su búsqueda y con precisión apuntó a la cabeza del jugador y le hizo rebotar el balón en la frente.
Por aquellos años Estudiantes arrastraba la fama de ser un elenco que apelaba con frecuencia a los recursos ilícitos para conseguir sus propósitos en la cancha. Se decía que usaban alfileres o que le tiraban tierra en los ojos a los rivales, entre otros ilícitos. Mucho habían contribuido para ello dos choques violentos, ante Racing y el Milan a fines de los 60. Ese tipo de prejuicios hacía que Estudiantes fuera catalogado como un exponente del antifútbol. Acaso ese prejuicio hizo que el abogado mendocino Gómez Chavero se presentara de oficio en un juzgado al escuchar por radio que los jugadores Frassoldati y López agredieron a Reggi y Letanú, de Gimnasia, en un duelo de 1975. Ambos fueron sobreseídos.
(dirigió a San Martín) y Leo Ramos (uruguayo, jugó en Independiente En 1994 una constelación pincha vino a enfrentar a Godoy Cruz por el Nacional B. La Brujita Verón, Calderón y Capria le ganaron el duelo al Tomba con gol de Manuel Aguilar, tras un fortísimo remate de La Brujita que no pudo retener el arquero Christian Corrales. De ese equipo, varios jugadores tendrían relación directa con el fútbol mendocino: El Chocho Llop (dirigió a Godoy Cruz), José María MartínezRivadavia). Acaso lo mejor de esta historia está en que muchos años después un hijo de estas tierras como Enzo Pérez (como antes José Daniel Ponce y Rubén José Agüero) se convirtió en un referente del Pincha que ganó la Copa Libertadores y fue subcampeón del Mundial de Clubes en 2009.

CUATRO PIROPOS Y UN ARRESTO


En 1976, cuatro jugadores de Vélez Sarsfield fueron detenidos en Mendoza por “piropear” a una mujer policía. Sin dudas que el arresto de cuatro futbolistas profesionales en plena calle hoy sería la comidilla ideal de los programas nauseabundos.
Pero claro, en el contexto de 1976, el hecho pasó a ser insignificante en el escenario de una represión sangrienta y de censuras impuestas o autoimpuestas.
Era el 23 de setiembre de aquel mencionado año. El plantel de Vélez, que había llegado a Mendoza por la tarde para enfrentarse al día siguiente con Atlético San Martín, por el Torneo Nacional, pidió permiso para salir a pasear por las calles del centro hasta cerca de la hora de la cena.
Hugo Iervasi, Pedro Omar Roldán, Manuel Santillán y Armando Ignacio Quinteros, futbolistas del plantel velezano, sólo alcanzaron a recorrer cuatro cuadras desde el hotel Balbi, en el que se alojaban. Porque en plena calle San Martín, entre Gutiérrez y Necochea, fueron detenidos por la policía y derivados a la seccional Primera (Mitre, entre Las Heras y General Paz).
El cargo fue “mofa del personal policial femenino”, aunque lo que se comentaba era que los jugadores habían “piropeado” a una mujer policía.
A los futbolistas les fue aplicado el artículo 43 del Código de Faltas provincial y quedaron a disposición de un juez. Por la contravención podían recibir hasta tres días de arresto o una multa.
Finalmente, cerca de las 23, cuatro horas después de la detención, los futbolistas fueron liberados previo pago de la multa. Al otro día debieron ir a declarar al juzgado.
Por la noche, Roldán y Santillán no parecieron muy afectados por el asunto. El primero marcó dos goles y el otro uno para la igualdad de 3 a 3 entre Vélez y San Martín.

jueves, 17 de marzo de 2011

Duelo de carasucias en San José: Argentino 10-River 9

Eran tiempos de televisión liviana. De una tevé que era capaz de socializar los tiempos libres de la gente. La capacidad de sorpresa, la simpleza de emocionarse con las pequeñas cosas eran posibles en un país todavía indemne de espantos y controversias.

Será por eso que cuando el lujo no era vulgaridad, cientos de personas se agolparon esa noche de los 60’ en la canchita de baldosas del Club Atlético Argentino.

Por los altoparlantes de una Renoleta blanca, los vecinos del barrio Belgrano y sus alrededores se habían anoticiado de que ese domingo 14 de diciembre, un conjunto de pibes maravilla de River Plate se enfrentaría a los del baby fútbol académico. La sola mención de River obligaba al respeto y también la admiración. No importaba si de la Primera o las infantiles se tratase, o que en esa década sesentista el Millo no pusiera sobre la mesa algún título, hecho que se extendería hasta 1975, en el que pondría fin a 18 años de obligada abstinencia sin celebraciones. Como fuere, la banda roja tenía sus adeptos y su nombre estaba asociado al buen fútbol de acuerdo a su tradición; la impronta de la vistosidad y la efectividad.

No sorprendía entonces, que cerca de 2000 personas llenaran la canchita de mosaicos bermellones ese domingo histórico. La dirigencia sanjosina dispuso que un centenar de vigilantes custodiaran celosamente las puertas de ingresos y las paredes desde donde pudieran descolgarse potenciales colados, más allá de que alguno de los patovicas finalmente se rindiera ante la mínima moneda.

Presunción de hinchas, corazonada por ser partícipes de un hecho inolvidable, el barrio entero vivió la previa de ese River-Argentino como un jolgorio. Seguramente que por el magnetismo que irradiaba la institución de Núñez, pero también había un dejo de orgullo en la muchedumbre barrial ya que aquel semillero albiceleste, el que siempre cultivó el Ñato Cortenova, daba que hablar y era objeto permanente de culto y envidia por partes iguales.

Aquel fin de semana, los pibes Vitrola Ghiso, Caputo, Barisio, Reinaldo Merlo, Lamberti, Joaquín Martínez y uno flaquito y con muchas ganas de dar que hablar llamado Norberto Alonso, pisaron las baldosas del patio del San José mendocino enfundados en camisetitas blancas con banda roja para medir su porte ante albicelestes niños como José Linardelli, Rubén Pacheco, Narváez, René Marlia, Agri, Ñoño Corradi, Rubén Stancampiano, entre otros.

Y si el fútbol es capaz de copiarse a sí mismo aún en otra dimensión, aquel día Alonso y sus amigos jugaron con el desprejuicio de su edad y de su fútbol. Vitrola desbordaba, era rapidísimo, el Beto chanfleaba a la de tiento con una habilidad fuera de lo común, el rubio de vozarrón de perro apodado Mostaza gritaba, aunque los gritos de la tribuna local se escuchaban mucho más. Barisio achicaba con sapiencia y el tal Japonés Pérez marcaba con decisión.

Pero en verdad el que más impresionaba era uno que apodaban el Cocola, un lujo para ese equipo de Baby del barrio de Núñez. Costaba quitársela, la metía desde todos lados, tocaba de primera como si fuese un Di Stéfano, Labruna, Pedernera o Francescoli, no por casualidad, próceres de la historia millonaria. Hasta se diría que Andrés D’Alessandro debe haber escuchado alguna vez que hubo un jugador que patentó La Boba mucho antes que él. Esa noche mendocina de los 60, Cocola reiteró la jugada lujosa hasta el hartazgo.

Quien lo veía entonces imaginaba que ese pibe estaría llamado a ser figura del fútbol argentino y no que se perdería en el laberinto de los que pudieron ser y nunca fueron. Nunca llegó a Primera, como sí la mayoría de sus compañeros de antaño. Aquel Cocola que hoy sigue la suerte de su querido River desde su kiosco de diarios y revistas de Belgrano…

Enfrente los pibes de Argentino fueron parte fundamental de ese entramado infanto- futbolero.

Con bastante menos fama y nombre, los pibitos dirigidos por José Ruarte luego de ir perdiendo, reaccionaron y terminaron ganando un partido que aún por no figurar en los libros de historia ni en las notas de prensa, deja de ser memorable para quienes tuvieron la oportunidad de verlo. Francisco Ibáñez atacante de Argentino era un petardo que se les escabullía a todos y terminó eclipsando a las pequeñas y grandes estrellas millonarias. Justo él, clavó el gol del triunfo albiceleste, que se escuchó hasta en el Cerro de la Gloria. Faltaba poco para el final y las ganas de mantener la hazaña se hizo realidad en cada pelota dividida de los esforzados niños mendocinos.

Cuando el árbitro cerró el encuentro bastaba ver sus caras de felicidad y la de bronca de los porteñitos para entender que no había trucos y sí mucha adrenalina en juego.

Argentino 10-River 9 fue el resultado. Las secuelas del triunfo de los chicos académicos se extendió por varios días más. Percepción de hinchas dirían algunos, tiempo después. Aún no se sabía, pero los años darían la razón de que aquella victoria no era una más. Esa bandita de niños rojiblancos que pisó la tierra santa académica en los 60, sería la base del equipo de Labruna que le devolvió las alegrías a los riverplatenses y se hiciera tan famoso por sus logros en la década del 70, con aprontes de un fútbol exquisito e inolvidable para toda una generación. Pero claro, para llegar a ello, el Beto, Mostaza y Vitrola tuvieron que conocer la otra cara, la de la adversidad como la de ese domingo de diciembre de mil novecientos sesenta y tanto, en San José, Mendoza…

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La extraña pareja entre Asad-Dirigentes de Godoy Cruz


“Vengo a pelear arriba”, dijo el Turco en su arribo a la institución, luego de dejar el banco de la Tercera de Vélez. Aquel comentario que resultó hilarante para muchos, pasó a ser un lema que se iba haciendo real y palpable a medida que las fechas transcurrían.

Omar Asad, sin la verba florida de Cappa, Menotti o Valdano, pero con el ojo avizor que se requiere para ponerse al frente de un equipo, sacó a la luz lo mejor del Godoy Cruz equipo.

Hagamos memoria y balance. El año pasado, cuando la dirigencia del Tomba despedía a Enzo Trossero por los malos resultados, pocos esbozaron entonces la teoría del contrato incumplido, ni tampoco hubo voces de protesta o rasgamientos de vestiduras por la interrupción de un proceso de trabajo. El otrora caudillo de la defensa de Independiente de Avellaneda terminó yéndose por la puerta de atrás del Malvinas, con escasos puntos y sin encontrarle la vuelta a jugadores que lejos de ser figuras de renombre, podían ser piezas valiosas en la cancha si se los sabía ordenar en conjunto.

También le cupieron las generales de la ley a Diego Cocca; mientras duró la bonanza le devolvió el protagonismo al Expreso y lo salvó del descenso. En la malaria, sufrió el exilio de los malos resultados.

Asad, un claro acierto de la directiva tombina que confió en un nombre con más antecedentes como jugador que técnico, se fue del club al pedir un considerable aumento que la dirigencia no estaba dispuesta a otorgar.

El ex entrenador del Tomba se movió en sintonía, con la misma lógica que impera en la Argentina resultadista, en la que también Godoy Cruz se mueve: si te toca irte cuando los resultados no se dan ¿el parangón no sería una mejora en el sueldo cuando tu trabajo se ve reflejado en la tabla de posiciones?

En un breve repaso vemos algunos de los logros de la era Asad: recuperó a Jairo Castillo cuando ni los propios directivos confiaban en él, contribuyó a que David Ramírez recibiera su nuevo bautismo. Y que de ser el flaco pasara a ser el “Mago”. Ariel Rojas encontró el respaldo necesario para sentirse importante, tanto que llegó a la Selección argentina.

Su idea de buen juego se hizo carne en un plantel que no cotizaba en bolsa en el mercado persa que es hoy el fútbol argentino, pero con el que encontró resultados que lo depositaron en la experiencia inédita de ingresar a la Copa Libertadores de América.

Seguro que son los futbolistas quienes ganan y pierden partidos, pero si hay un lenguaje claro y cambios acertados desde un banco, todo se facilita.

Nobleza obliga: la mayoría de los jugadores no los trajo Asad sino la dirigencia por recomendación de Daniel Oldrá. Pero si hoy Godoy Cruz disfruta de la alta cotización futbolística y financiera de muchos de sus players se debe en gran parte a la mano de ese Gordo, que hasta la última fecha recibía el “Olé Olé Turco, Turco”, que bajaba desde las tribunas.

Obviamente que cada quien hace lo que quiere con sus cuentas. Y Godoy Cruz desde que está la actual dirigencia, rara vez se movió de su presupuesto llámese el entrenador Luis Blanco, Rubén Agüero, Ribolzi, Troglio, Llop, Oldrá, Cocca, Batista o Trossero. Ha sido coherente en manejar sus números con el mismo rigor que en el caso Asad. Puede entenderse esa necesidad de cuidar las finanzas y el temor de no querer hipotecar el club.

¿Pero era una hipoteca o un redoble de apuesta, si al frente del proyecto estaba el entrenador más glorioso de su historia reciente, con el que se aprestaba a cumplir su sueño más preciado, el de jugar la Copa Libertadores?

martes, 30 de noviembre de 2010

El PRODE no se mancha



El plantel de Racing de Córdoba se sacó el PRODE en 1984 acertando su propio triunfo ante Ferro. Pero lo que ganaron fue exiguo.


Quizás en su afán de federalizar el fútbol, el desmilitarizado ATC (hoy la Televisión Pública) sólo transmitía los encuentros de los equipos del interior que por entonces participaban en la primera división del fútbol argentino, léase Talleres, Instituto, Rosario Central, Newell’s y Racing de Córdoba. Hablamos de los primeros capítulos de 1984, en el que la democracia gateaba y apenas decía ajó ajó.
En aquellos domingos de TV, era factible encontrarse con más de un bluff futbolístico teniendo en cuenta que los equipos mencionados no peleaban la punta ni nada que se le parezca aquella temporada. La cosa cambiaba cuando era Argentinos Juniors (el mejor elenco de ese año) el que aparecía en pantalla jugando contra alguno de los del interior.
En ese contexto se dio el encuentro que recordamos en nuestro Pisa de hoy. Cuando Racing de Córdoba visitó a Ferro Carril Oeste, quien sería el vicecampeón en aquel torneo.
En el televisado de aquel domingo 6 de mayo, la Academia de Nueva Italia recibía en el estadio de Instituto al Ferro que conducía Carlos Timoteo Griguol desde afuera y por el Beto Márcico desde adentro.

era un empate clavado
Por los méritos de uno y otro elenco el 1 a 1 estaba pintado.
No había muchos matices en cuanto al desarrollo de juego y los merecimientos eran relativos.
Claro que faltando tan poco para el final sucedió lo que tantas veces ha ocurrido en algún encuentro: un tiro libre a favor, un buen ejecutor y el gol que otorga el triunfo.
En efecto, Racing de Córdoba fue el acreedor de un remate a favor cercano al área, y su mejor hombre, Roberto Pato Gasparini, le puso tiza a su ejecución.
Fue gol, claro. Desde que el fútbol se precia de tal, cualquier tanto se festeja y más si se trata de uno que sirve para el triunfo. Pero todos los televidentes de aquel choque de La Docta no terminaban de entender por qué tanta efusividad en aquel festejo. Era como si se hubiera ganado un título y eso era imposible. Recién era la sexta fecha...
Llantos, abrazos, piñas al aire y besos a Dios y a todos los santos era la comunión de todos los hombres de casaca albiceleste. Los de verde, miraban extrañados. ¿Tanta efusividad por un gol pedorro?, se preguntaban.
Algo ocurría, pero nadie se imaginaba el mar de fondo.

todo por una tarjeta
Horas antes de ese pleito entre Racing y Ferro, ya se conocía que el San Lorenzo del Bambino Veira le había ganado 4 a 3 a Platense, que el Boca del Loco Gatti y el Cabezón Ruggeri caía 2-0 contra Talleres, en Córdoba, y que el River de Cubilla, Francescoli y el repatriado Beto Alonso empataba 1-1 con Atlanta.
Roberto Gasparini había escuchado todo eso por la radio e iba sopesando cada resultado con la boletita que tenía en sus manos.
“¡Muchachos, tenemos doce puntos, si ganamos esta noche ganamos el PRODE!”, gritó el Pato a sus compañeros.
Fue una conmoción. Faltaba un rato para que jugaran ante Ferro y los cordobeses se salían de la vaina.
Faltaban apenas seis minutos para el final. Ferro se conformaba con el empate y Racing enloquecía por un triunfo. Hasta que llegó el tiro libre.
“Al pararme frente a la pelota sólo intenté pensar en que se metiera en el arco y no en la plata que podíamos ganar", rememoró el Pato Gasparini.
Pateó. La pelota pasó la barrera, picó y se metió. “Cuando el Pato convirtió –contó su compañero Humberto Bravo–, lo abrazamos como si fuera el Diego después del gol a los ingleses. Parecía que habíamos salido campeones del mundo".
En el estadio nadie entendía nada. Los jugadores se abrazaban, lloraban y corrían como furia. “Yo estaba en la cabina y me preguntaba por qué festejaban tanto –recordó Enrique Macaya Márquez–. Al final nos enteramos porque en las notas varios jugadores contaron que habían sacado el PRODE".
Esa noche todo el plantel fue a comer a una parrilla. Los abrazos iban y venían. ¿Cuántos serían los afortunados con 13 puntos? ¿Cuánta plata ganarían? ¿Cuánto cambiaría sus vidas después de pegar el PRODE?, era la inquietud de la mayoría del plantel.
“Al otro día –recuerda Gasparini– me levanté temprano y me comentaron que ya había un ganador en barrio Patricios. Me hice la idea de que serían varios y luego escuché la noticia en la radio".
La noticia que Gasparini escuchó era que 94 tarjetas habían acertado los 13 puntos. “Repartimos la plata entre los 30 y pico que formábamos el plantel. Lo que cobramos apenas nos alcanzó para cubrir los gastos de la cena de la noche anterior".

domingo, 7 de noviembre de 2010

Aquellos hombres de piel naranja



Piel Naranja era el nombre de una novela muy celebrada en la Argentina de los setenta.
Protagonizada por Marilina Ross, Raúl Rossi y el guaraní Arnaldo André, planteaba un guión osado para la época: un triángulo amoroso fatal que dio mucho que hablar en aquellos tiempos.
Tanto como la canción que se popularizara con aquel envío. Quereme que tengo frío se llamaba la composición de María Celina Parrondo, verdadero nombre de Marilina Ross, que nada tiene que ver con Jaime Ross, al decir de Diego Capusotto.
Este corolario sirve para contar que una década después hubo quienes plantearon una cuestión de privilegio en esto de los amores. Y entre gritos de goles albiverdes, albirrojos y negros y amarillos, unos muchachos de piel naranja también ejercieron su derecho a gritar los suyos en este inmenso barrio que es el Este mendocino.

Y LA NARANJA SALIO CAMPEÓN
El domingo pasado el pueblo rivadaviense tuvo uno de sus momentos de mayor gloria deportiva.
Como los de aquellos equipos desbordantes de fútbol y nombres léase: Héctor Pitarch, Antonio y Robindo Payero, El Chancha González, Enzo y Rolando Storani, Ariel Boldrini, Luis Pallero, Jorge Pereyra, David Giusfredi, José Méndez Souza, Luis Farina, Santiago Maryllack, el Pato Lezcano, el Pelado Berrocal, Aldo Tieppo e Iván Sáez.
Y con el recordado Hugo Norberto Coria, la joya más preciada de ese Naranja que en los ochenta se metió varias veces en definiciones y estuvo ahí de cosechar su primer título.
Los goles del Pampero lo llevaron por Atlético San Martín, Gimnasia y Esgrima, Independiente Rivadavia y luego al fútbol de Costa Rica.
El eslabón perdido de aquella impronta rivadaviense lo recogieron estos nuevos hombres de piel naranja, como los de entonces. La nueva generación –dígase el Huevo Castro, Zafarana y Falcone, entre otros– encontró su lugar en el mundo en el Centro Deportivo Rivadavia.
Aquellos naranjos se hicieron bosque florido. Para proseguir una dulce historia que arrancó con un equipo que hizo una gran campaña en el torneo del interior a comienzos de año y sumó su primera estrella en la Liga Mendocina a fines de este 2010. (fotos gentileza David Giusfredi)

LA NOCHE DEL PAMPERO
La pauta de lo competitivo que era el fútbol mendocino 25 atrás, lo daba que la selección que enfrentó a argentina el 28 de febrero de 1985, estaba conformada por jugadores de la mayoría de los clubes de la Liga. Entre ellos, el Pampero Coria. Además Reggi y Alberto Rodríguez (Argentino), Murcia, Álvarez, Scatolaro y Fóppoli (Maipú), Ciriaco Zapata (Godoy Cruz), Carlos Rodríguez, Carlos Rojas, Raúl Zolorza y Oscar Quintana (Gimnasia), Juan Carlos Cabrera (Independiente), Domingo Arce (San Martín); Nicolás Matricardi (Palmira). Aquella selección mendocina mereció ganarle a la de Bilardo.
El partido pergeñado para ayudar a los damnificados del sismo del 26 de enero en Mendoza resultó muy atractivo. Los menducos encararon el pleito con una actitud profesional que sorprendió a los displicentes hombres de Bilardo. El sanjuanino Rodríguez y el Pampero Coria armaron un jugadón que culminó en un gol de taco del primero. Si bien después los albicelestes dieron vuelta el marcador (solo una anécdota) quedó la impresión de que Mendoza fue mucho más. Posteriormente Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca, jugadores de esa Selección nacional, les reprocharon a Pichón Rodríguez y Carlos Rojas, a quienes conocían de las inferiores de Boca, que se hubieran tomado en serio ese compromiso. "Che, para qué metieron tanto si nosotros solo vinimos a ayudarlos", dijo el Cabezón Ruggeri, según contó años después Alberto Horacio Rodríguez.