miércoles, 15 de diciembre de 2010

La extraña pareja entre Asad-Dirigentes de Godoy Cruz


“Vengo a pelear arriba”, dijo el Turco en su arribo a la institución, luego de dejar el banco de la Tercera de Vélez. Aquel comentario que resultó hilarante para muchos, pasó a ser un lema que se iba haciendo real y palpable a medida que las fechas transcurrían.

Omar Asad, sin la verba florida de Cappa, Menotti o Valdano, pero con el ojo avizor que se requiere para ponerse al frente de un equipo, sacó a la luz lo mejor del Godoy Cruz equipo.

Hagamos memoria y balance. El año pasado, cuando la dirigencia del Tomba despedía a Enzo Trossero por los malos resultados, pocos esbozaron entonces la teoría del contrato incumplido, ni tampoco hubo voces de protesta o rasgamientos de vestiduras por la interrupción de un proceso de trabajo. El otrora caudillo de la defensa de Independiente de Avellaneda terminó yéndose por la puerta de atrás del Malvinas, con escasos puntos y sin encontrarle la vuelta a jugadores que lejos de ser figuras de renombre, podían ser piezas valiosas en la cancha si se los sabía ordenar en conjunto.

También le cupieron las generales de la ley a Diego Cocca; mientras duró la bonanza le devolvió el protagonismo al Expreso y lo salvó del descenso. En la malaria, sufrió el exilio de los malos resultados.

Asad, un claro acierto de la directiva tombina que confió en un nombre con más antecedentes como jugador que técnico, se fue del club al pedir un considerable aumento que la dirigencia no estaba dispuesta a otorgar.

El ex entrenador del Tomba se movió en sintonía, con la misma lógica que impera en la Argentina resultadista, en la que también Godoy Cruz se mueve: si te toca irte cuando los resultados no se dan ¿el parangón no sería una mejora en el sueldo cuando tu trabajo se ve reflejado en la tabla de posiciones?

En un breve repaso vemos algunos de los logros de la era Asad: recuperó a Jairo Castillo cuando ni los propios directivos confiaban en él, contribuyó a que David Ramírez recibiera su nuevo bautismo. Y que de ser el flaco pasara a ser el “Mago”. Ariel Rojas encontró el respaldo necesario para sentirse importante, tanto que llegó a la Selección argentina.

Su idea de buen juego se hizo carne en un plantel que no cotizaba en bolsa en el mercado persa que es hoy el fútbol argentino, pero con el que encontró resultados que lo depositaron en la experiencia inédita de ingresar a la Copa Libertadores de América.

Seguro que son los futbolistas quienes ganan y pierden partidos, pero si hay un lenguaje claro y cambios acertados desde un banco, todo se facilita.

Nobleza obliga: la mayoría de los jugadores no los trajo Asad sino la dirigencia por recomendación de Daniel Oldrá. Pero si hoy Godoy Cruz disfruta de la alta cotización futbolística y financiera de muchos de sus players se debe en gran parte a la mano de ese Gordo, que hasta la última fecha recibía el “Olé Olé Turco, Turco”, que bajaba desde las tribunas.

Obviamente que cada quien hace lo que quiere con sus cuentas. Y Godoy Cruz desde que está la actual dirigencia, rara vez se movió de su presupuesto llámese el entrenador Luis Blanco, Rubén Agüero, Ribolzi, Troglio, Llop, Oldrá, Cocca, Batista o Trossero. Ha sido coherente en manejar sus números con el mismo rigor que en el caso Asad. Puede entenderse esa necesidad de cuidar las finanzas y el temor de no querer hipotecar el club.

¿Pero era una hipoteca o un redoble de apuesta, si al frente del proyecto estaba el entrenador más glorioso de su historia reciente, con el que se aprestaba a cumplir su sueño más preciado, el de jugar la Copa Libertadores?

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